Después del remesón napoleónico
que estremeció Europa, deponiendo reyes y corriendo fronteras, las grandes potencias
de entonces se reunieron en Viena para restablecer el orden y volver al “ancien
régime”. Pero nada regresó a ser como antes.
Inglaterra exaltada por el
hecho de haber derrotado al emperador francés, emprendió su ascenso definitivo como dominadora de los mares
y consolidó su imperio colonial, llevándolo a la cima de su expresión y
esplendor. Francia no se quedó atrás y emuló a la rival para, entre las dos,
repartirse el dominio de los continentes, operación que culminó
con el Congreso de Berlín (1884 – 5).
No solo en esos dos países,
sino en toda Europa se afirmó como definitiva la convicción que la cultura europea constituía la expresión más alta de la civilización humana
y que su destino histórico no podía ser sino
él de difundirla por todo el planeta.
La iglesia católica que,
especialmente en Francia, conoció un fuerte despertar de vitalidad, fue también
contagiada por esta euforia que se tradujo en un renacer del espíritu
misionero, con el epicentro en Lyon. Fue el país que conoció la fundación del
mayor número de congregaciones con finalidad expresamente misionera. “Le Genie
du Christianisme” de Chateaubriand supo
interpretar magistralmente esta atmósfera, que veía en el auge de las misiones
una estupenda realización del mandato de Jesús. “Id y enseñad”; unida a la
tarea civilizadora.
En este contexto fue madurando la mentalidad que más
tarde se plasmó en la consigna “Evangelizar civilizando, civilizar
evangelizando”.
1 Texto apresentado no Encontro Pan-Amazônico Salesiano – O Sínodo
nos interpela! Sínodo para Amazônia – 1 a 4 de novembro de 2018, Manaus, AM,
Brasil.
2 Universidade Politécnica Salesiana (UPS), Quito, Equador. Email:
juanbottasso@yahoo.com
Juan Bottasso BOETTI
A las manos del seminarista Juan
Bosco llegó bastante de esta literatura y sembró en su conciencia el sueño
misionero. Fue algo que lo acompañó toda la vida, pero por muchos años fue solamente esto: un
sueño; algo un tanto nebuloso y teñido de romanticismo. Será solo después de 1870, cuando su Congregación comenzó a ser conocida y empezaron a
multiplicarse las peticiones para abrir presencias en
diferentes continentes, que el sueño aterrizó y
tomó cuerpo.
La mayoría de los pedidos de
fundación se referían a la atención a los migrantes italianos, cuya presencia asumía enormes
proporciones, pero en Don Bosco permanecía la obsesión por los pueblos no
evangelizados, aquellos que, además de correr el riesgo de perderse por no
conocer a Cristo, vivían al margen de la “civilización”: los “salvajes”.
Argentina le ofreció la posibilidad de alcanzar el doble
objetivo: atender a los migrantes y
evangelizar a los paganos. Don Bosco tenía los ojos puestos más en los
habitantes de Patagonia y Tierra de Fuego que en las barriadas de Buenos Aires,
pero la realidad resultó diferente a lo que él había imaginado.
Sus salesianos pudieron entrar
a Patagonia en el momento exacto en que el ejército argentino llevaba a cabo una guerra de conquista y
exterminio contra los Mapuche.
El famoso sueño, en que el Santo
preveía que los indios adultos se transformarían a través de los jóvenes educados por
la misiones se vio trágicamente truncado.
La labor salesiana en la
Patagonia siguió y fue muy fructífera, pero tomó otro rumbo.
Entonces los hijos de Don
Bosco, volvieron la mirada a los indígenas amazónicos. El obispo de Cuiabá, Carlos D`Amour,
pidió personalmente a Don Bosco que enviara misioneros para hacerse cargo de
los indígenas y de las escuelas de la ciudad. Este pedido no pudo ser atendido
por el Santo, sino por su sucesor, Don Rua.
El 12 de marzo de 1893, el
mismo año en que el Vicario Apostólico de Méndez y Gualaquiza fue confiado a los salesianos
para que evangelizaran a los Shuar, Monseñor Luis Lasagna fue consagrado Obispo
con la responsabilidad, nada menos que la de atender a los indios de Uruguay, Paraguay
y Brasil. Se trataba de una tarea descomunal y casi imposible de realizar, pero
aquel hombre enérgico no se amedrentó. Puso mano a la obra y regresó a América
con 36 misioneros. El 18 de junio de 1894 fueron recibidos solemnemente por el
pueblo y las autoridades de Cuiabá y de inmediato tomaron los contactos
oportunos para dar comienzo al trabajo con los indios. Como sabemos los audaces
proyectos de Mons. Lasagna fueron truncados muy pronto por su muerte trágica.
No tuvo sucesor como obispo de los indios de los tres países.
Los que heredaron su compromiso
fueron hombres igualmente excepcionales como Don Malán y Don Balzola. Este último en 1914 fue destinado al Rio Negro, para dar
inicio al trabajo misionero en aquella región. El celo que desplegó y los viajes
que realizó en un inmenso territorio tienen de lo increíble. En el registro de los bautismos de Puerto Ayacucho,
Venezuela, el ultimo Vicariato entregado a los
salesianos, consta que el misionero llegó hasta allá y administró el sacramento
a varios indígenas.
LOS SALESIANOS Y LOS INDÍGENAS
En 1875, fecha de la primera
expedición misionera salesiana, el porcentaje de los indígenas en América Latina era todavía bastante alto,
antes de que las oleadas de inmigrantes hicieran variar completamente las
estadísticas. En la región andina y
Mesoamérica ellos aportaban todavía una contribución determinante para la
agricultura, pero ocupaban el último peldaño de la escala social: pobres, explotados, víctimas de un fuerte racismo. Pero,
por casi un siglo, los salesianos no se ocuparon de ellos, sino de una ínfima
minoría, constituida por los llamados primitivos o salvajes ¿Por qué? Se
pueden intentar algunas explicaciones.
1. El desarrollo de la presencia
salesiana en América fue esencialmente urbano. La inmensa mayoría de los salesianos
trabajaron y trabajan en las ciudades. Los obispos pedían su presencia para que
se ocuparan de la educación y los ayudaran a devolver visibilidad a la iglesia,
marginada por los gobiernos liberales.
2. Los indígenas podían ser
pobres y marginados pero no corrían el riesgo de condenarse, porque la casi
totalidad de ellos estaban bautizados, mientras que los salvajes no conocían a Jesucristo y
no pertenecían a la iglesia, puerta de la salvación.
3. A los salesianos fueron confiadas unas
jurisdicciones eclesiásticas (Vicariatos, Prefecturas y Prelacías), con la misión
específica de convertir
a los habitantes aun paganos que allí se encontraban. Ese compromiso les vinculó estrechamente con algunas zonas y algunas
etnias.
Será solo en las últimas décadas del siglo XX, cuando el Concilio y
Medellín proclamaron que la opción preferencial de la iglesia
debía ser por los pobres, que los salesianos de varias inspectorías tomaron conciencia
que los indígenas de las alturas eran de veras esos pobres y abandonados de los
cuales hablaba Don Bosco. Contemporáneamente comenzó el interés por otro
fenómeno social de enormes dimensiones: los chicos de la calle.
La labor con los indígenas amazónicos no se detuvo,
pero sobrevino una crisis que no se ha superado: el personal va envejeciendo y
el relevo no es suficiente.
LA TEOLOGÍA DE LOS MISIONEROS SALESIANOS
No podría ser sino la típica de
su tiempo: salvar almas. La puerta imprescindible de entrada era el bautismo. Lo importante era hacer
que la gente se bautizara
para asegurarse contra el riesgo de perder definitivamente la visión de Dios. Una interpretación
restrictiva de los Padres de los
primeros siglos había resumido en una frase que se hizo célebre este tema
teológico: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”. Una imagen bíblica que
expresaba claramente este concepto era la del arca de Noé. No existen alternativas: quien entra en ella se
salva, quien queda afuera perece. La misionologia aún no aparecía en el
horizonte, así que nadie hablaba de la finalidad de la misión como implantación
de la Iglesia local y anuncio de los valores del Reino. “Salvar un alma” era
visto ya como un premio suficiente para una vida de entrega y un seguro para la
salvación eterna del misionero mismo.
Este enfoque iba de la mano con una parábola
evangélica aplicada al anuncio apostólico: la del campo y la semilla. Un
agricultor prudente, antes de echar el
buen trigo, se preocupa de limpiar el campo de toda mala hierba y después vigila para que esta no vuelva a asomar.
Aplicación: para que el evangelio sea acogido es indispensable destruir las
creencias falsas que un pueblo ha elaborado y después poner mucha atención para
que el error no vuelva a invadir el campo.
En otras palabras: el Evangelio
está llamado a sustituir
totalmente el pensamiento religioso de un pueblo.
Pero ¿la religión no es el
núcleo más íntimo y fuerte de una cultura? Si
se la destruye, ¿cuál suerte correrá la cultura?
La antropología de los misioneros
¿Qué visión tenían de las
culturas de los pueblos a quienes eran enviados? La que era común a todo el
mundo occidental.
La aplicación de la teoría
evolucionista a las ciencias sociales había llevado a la conclusión que, así
como sucede con los diferentes organismos presentes en la naturaleza, algunas
culturas se han desarrollado mucho y otras han quedado en el estado
embrionario, como la de los “salvajes” amazónicos. No faltaron quienes opinaban
que era inútil gastar tiempo con sus portadores, porque no poseían un
cociente de inteligencia que les permitiera progresar. Pero la otra corriente que se impuso fue la del
mariscal Cándido Mariano da Silva Rondón, conocido y apreciado en todo el
mundo. El estaba convencido que, siendo seres humanos, con una paciente labor
educativa, llegarían a “ civilizarse”.
Su enfoque era el típico del pensamiento liberal y masónico, pero los misioneros lo compartían, añadiendo que era indispensable el anuncio de la religión verdadera.
La antropología, vista como una
disciplina digna de ciudadanía entre todas las demás ciencias sociales, recién
empezaba a dar sus primeros pasos. Y no se puede ignorar que muchos de los
antropólogos culturales de los tiempos iniciales fueron enrolados por las potencias coloniales para
que, a través del conocimiento de las dinámicas en las culturas, fueron útiles auxiliares para la
administración de sus imperios. Es el caso de Bronislav Malinowski en relación
con el imperio británico.
LA PREPARACIÓN PARA IR A LAS MISIONES
Los salesianos que iban a las
misiones recibían la formación estandarizada de todos los demás religiosos:
ciertas bases filosóficas y teológicas, espíritu de piedad, entrenamiento para
una vida sobria…. Nada de específico.
En el lugar del trabajo cada
uno buscó moverse guiado por la experiencia adquirida en su tierra y por el sentido común. El hecho que pronto
se empezó a enviar personal en edad muy joven, facilitó su inserción en la
mentalidad, lengua y cultura el país de destino, pero favoreció también la asimilación de los
prejuicios locales con respecto a los pueblos “primitivos”.
Casi todos los salesianos (y no
fueron pocos) que llegaron a realizar investigaciones importantes, y a producir obras muy apreciadas en áreas
como la etnografía, la lingüística, la etnohistoria, etc...
fueron autodidactas y emprendieron sus iniciativas más movidos por el entusiasmo personal que por
el empuje de la Congregación como tal.
Probablemente ha sido preferible
que las cosas se dieran así. Si hubieron sido enviados a las universidades para
una preparación específica, habían absorbido el espíritu nacionalista propio de
la época. Todas las naciones que tenían colonias hicieron lo posible para utilizar a los misioneros para sus
propósitos patrióticos e intereses nacionales.
LOS MÉTODOS DE EVANGELIZACIÓN
Puestas las premisas que lo
esencial era que los indígenas llegaron a aceptar el bautismo y que entraron en el proceso de “civilización”,
los instrumentos para lograrlo se fueron adaptando a las circunstancias.
En la mayoría de las misiones
amazónicas el método más utilizado fue el del internado: en Ecuador, en el Rio Negro y en el
Alto Orinoco con diferentes etnias. En el Matto Grosso con los Bororo y los Xavante, la praxis fue diferente.
¿Por qué el internado? Los motivos son varios. Se pueden enumerar algunos.
1. Es típico de la tradición salesiana partir de los niños y jóvenes, para convertirlos en cristianos y ciudadanos de bien.
2. Tratándose de pueblos cuyo habitat es muy
disperso, resultaba imposible proporcionarles el servicio de la escuela sin
agruparlos en la misión.
3. No se puede negar que el ambiente familiar no era
visto con ojos positivos. En fin de cuenta se los consideraba “salvajes”. Por eso la tendencia
a mantener a los niños y niñas alejados del mismo.
Además de proporcionarles las
herramientas para entrar en contacto con la sociedad envolvente, a través del
aprendizaje de la lengua, la escritura y ciertas destrezas propias el mundo
blanco, la preocupación de los misioneros era la de acostumbrarlos a cierta
disciplina y a un ritmo de trabajo que más tarde los ayudara a volverse
económicamente autosuficientes.
Este esfuerzo no logró los
efectos esperados y hubo un momento en que el sistema del internado fue
fuertemente criticado por separar a los niños de
sus familias. En el Río Negro de Brasil las críticas fueron particularmente severas y desembocaron en denuncias.
El número de salesianos y salesianas que sacrificó
su vida en las misiones amazónicas fue altísimo: centenares de personas. Tal vez ninguna
Congregación dio un aporte parecido.
No se puede negar que la entrega personal y la
generosidad fueron enormes. Pero resulta también evidente que, de acuerdo a la visión
de las cosas que se manejaba entonces, se trató de una actividad marcada por el
paternalismo. El indio sí era visto como una persona, pero una
persona necesitada de tutelaje y aun no del todo adulta.
ANTROPÓLOGOS Y MISIONEROS SALESIANOS
Las relaciones variaron de un
lugar a otro, pero en general entre los dos gremios existió bastante desconfianza.
Los antropólogos veían a los
misioneros como personas un tanto fanáticas, obsesionadas por imponer nuevos códigos morales y por cambiar
las costumbres tradicionales. Los misioneros veían en los antropólogos unos
estudiosos solo dedicados a investigar la cultura indígena para realizar sus tesis y publicar sus libros,
con el fi n de ascender académicamente. Una crítica a los salesianos que llegó a ser conocida por el
gran público fue la que hizo Claude Lévi Strauss a la labor misional con los
Baroro en su célebre obra: “Tristes Tropicos”.
Para complicar las relaciones se dieron también
casos de antropólogos que aprovecharon de mucha información de los misioneros
y después no solo la utilizaron sin reconocer las fuentes, sino que en sus obras criticaron sin piedad la labor
misionera.
Pero la situación no fue la
misma en todas partes. Por ejemplo, si en el Ecuador en los últimos 50 años las relaciones fueron más que cordiales,
en el Rio Negro hubo momentos de fricción muy grande: actitud totalmente cerrada de parte de la misión, ataques públicos y hasta
malévolos de los antropólogos.
EL CAMBIO
En las últimas décadas del siglo XX la orientación del trabajo
misionero conoció un cambio radical para el cual coincidieron
diferentes factores.
En lo teológico un impulso
decisivo vino del Concilio va cano. Al retomare la afirmación de S. Irineo que Dios está
presente en todas las culturas a manera de semilla ( Semina Verbí) se impuso
una diferente valoración de las creencias religiosas de los pueblos. El anuncio
evangélico no viene a destruir y sustituir sino a iluminar y ayudar a crecer algo ya existente. Los
esfuerzos para reorientar la catequesis e inculturar la liturgia fueron
enormes, especialmente entre los Xavante, los Shuar y los Yanomani. Esto
implicó una nueva dedicación al estudio de los idiomas y una intensificación de
las investigaciones sobre las mitologías. Contemporáneamente
se multiplicaron los esfuerzos para
traducir la sagrada Escritura a las lenguas locales.
Las publicaciones de las
mitologías de los Bororo, Xavante y Shuar alcanzaron dimensiones monumentales.
Cuanto a la antropología desde
años venia abriéndose paso la nueva visión, que superaba el darwinismo aplicado
las ciencias sociales y proclamaba que no se puede aplicar a las culturas la
clasificación de superiores e inferiores; son diferentes, pero todas igualmente
legítimas y dignas de consideración.
El documento que sacudió fuertemente el mundo
misionero fue la Declaración de los 12 antropólogos reunidos en la
isla de Barbados en 1971, que movió fuertes críticas al modus operandi de las misiones.
Unas iniciativas en los Vicariatos de Puerto
Ayacucho y Méndez imprimieron una aceleración a la puesta en marcha de la
renovación. Mons. Enzo Ceccrelli envió 4 salesianos y una Hija de María
Auxiliadora al Instituto
de Antropología Misionera de Bogotá. Los cinco formaron un equipo que lideró la
puesta al día de la pastoral misionera…. La inspectoría de Cuenca (Ecuador)
envió también una media docena de misioneros a frecuentar un año de misiologia
en la universidad Gregoriana. Entre ellos Luis Bolla, Siro Pellizaro, Juan y
Domingo Bottasso. Recién había terminado el
Concilio y los nuevos fermentos teológicos y antropológicos se advirtieron enseguida.
Después de cierta fase de
euforia, lamentablemente sobrevino una pausa y un estancamiento.
El personal, especialmente
extranjero, comenzó a envejecer y faltó un recambio adecuado. También el mundo
circundante comenzó a cambiar (globalización) y con él la sensibilidad de los
indígenas, especialmente jóvenes, hoy mucho más interesados a la modernización
que apegados a sus tradiciones.
Si queremos mirar hacia el futuro, preguntándonos
cuál es el sentido de nuestra presencia en la Amazonia creo que no podemos
prescindir de tener en cuenta algunos datos.
1. Como salesianos somos menos
numerosos y se prevé que la situación no va a cambiar.
2. Ya no somos solos, como
cuando a un obispo salesiano le encargaron la atención a los indios de tres
países. Hoy no solo son numerosos las instituciones religiosas presentes en el área sino que son aun más numerosas
las estatales, científicas,
las ONG que se ocupan del ambiente y de los pueblos que lo habitan. Quedar
aislados es condenarse a la irrelevancia.
Es absolutamente indispensable trabajar en red.
Tenemos una inmensa riqueza de experiencia que compartir, pero también la posibilidad de acceder a un
patrimonio enorme de información.
No se trata solo de buscar el contacto con
antropólogos y lingüistas, sino con ambientalistas, economistas, expertos en
desarrollo sostenible.
3. Se repite como un mantra que
los jóvenes son el futuro de un país. Esto vale también para los pueblos
indígenas.
Hoy los jóvenes de todos estos pueblos viven una
crisis profunda, pierden interés por sus antiguos patrones culturales pero no se orientan
fácilmente ante la multiplicidad de ofertas que les llegan de la modernidad. Como salesianos, exactamente para ser fieles a
nuestro carisma, deberíamos convertirnos en expertos en el conocimiento de las actuales orientaciones de la juventud indígena.
Ya no alcanzamos, como un tiempo a ocuparnos casi
totalmente de su escolarización. Deberíamos concentrarnos en formar escuelas de
líderes, capaces de orientar a sus comunidades, sin dejarse envolver y utilizar
por las politequerías locales.
(*) GRACIAS AL. P. JUAN BOTTASSO POR COMPARTIR SU TEXTO CONMIGO Y ACOMPAÑARME EN MI TESIS (Exposición realizada el 11 OCTUBRE 2018 en la UPS - Roma - Italia y el 04 NOVIEMBRE 2018 en Manaos - BRASIL).