sábado, 5 de diciembre de 2015

EL "SI" DEL PUEBLO PREFIGURA EL "SI" DE MARÍA


“FIAT MIHI SECUNDUM VERBUM TUUM” (Lc 1, 38)

por Roberto Carrasco Rojas, omi

En principio, no es fácil descubrir en el Misterio de Salvación cuál es la voluntad primera de Dios, si no hay en la persona un deseo ardiente de Dios y de conocer su designio y, además, una apertura de corazón que permita abrir nuestro ser del todo, y así dejar que el Señor actúe según el plan de salvación que tiene desde el principio de todo.
En la economía de la salvación, muchas y muchos han sido elegidos por Dios para realizar dentro de su proyecto de salvación, una labor en concreto, que permita dar a conocer a toda la humanidad, como lo hizo Adán y Eva, o a un pueblo específico, como lo hizo Moisés, Josué, David, Salomón, los profetas, Ana, Rut, Ester, e incluso, la mujer de Urías el hitita, Betsabé. Así como ellos y ellas, un número determinado de personas han sabido desempeñar un papel, en su tiempo trascendental, respondiendo a un esquema histórico de conversión y aversión, donde se dejaba gritar por si misma la voz de Dios que decía: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios” (1S 15, 22).
Dando un salto de la Antigua Alianza a los comienzos de la Nueva Alianza, podemos encontrar la figura de una mujer que supo responder con sencillez, con prontitud, con altura, con entrega, con decisión, con valentía: “Fiat mihi secundum Verbum tuum” (Lc 1, 38); y, sin querer caer en una visión pesimista. Con María concluye un esquema de infidelidad donde se han visto envueltos algunos y algunas que habían recibido una invitación de parte de Dios para una acción concreta.
Me detendré en estas palabras latinas, para intentar realizar una reflexión teológica a partir del dato bíblico que el evangelista san Lucas nos presenta de una manera particular en su evangelio.
A partir de este dato, recogeré algunas reflexiones exegéticas y hermenéuticas de algunos autores que han trabajado este tema, para llegar a concluir con una aplicación pastoral al respecto.
Dentro de un pequeño esquema que sitúa este hecho en la economía de la salvación, restando la actitud que llevó a María a responder de esta manera al plan de Dios, y de lo que podemos aprender de su actitud hoy.
Como veremos, es posible que esta reflexión no sea nada nueva, porque la expresión de María ha llevado a muchos a entrar en un proceso de discernimiento, encontrando en ella muchas riquezas en las diversas ramas de la Teología.
Situando este hecho en la economía de la salvación
Este pasaje de Lc 1, 38 tiene por protagonistas de escena a María, al ángel Gabriel y por supuesto al Espíritu Santo. Hemos de recordar que este pasaje, a la vez que se sitúa en el contexto de la Anunciación, en el Nuevo Testamento, también se remonta al contexto de la Alianza en el Antiguo Testamento, que equipara el sí de María al sí del pueblo de Dios en el Éxodo; nos dice A. Sierra: “El pacto entre Dios y el pueblo de Israel sancionado en el monte Sinaí (Ex 19-24) es como el Evangelio del AT… El Señor, mediante su portavoz Moisés, habló de esta forma al pueblo reunido en las faldas del Sinaí: ‘Habéis visto cómo he tratado a los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído hasta mí… vosotros seréis un reino de sacerdotes, un pueblo santo (Ex 19, 4-6a)… En efecto, Dios propone pero no impone. La libertad, don de Dios creador, es esencial al diálogo de la alianza,… todo el pueblo respondió a coro: ‘Nosotros haremos todo lo que el Señor ha dicho’ (Ex 19, 8a; cf. 24, 3. 7). Estas palabras fueron como el fiat, como el ‘sí’ con que Israel aceptaba unirse a Yhwh, su Dios como esposo. De esta manera quedó concluido el desposorio de la alianza (cf. Ez 16, 8)”[1] 
Nos encontramos aquí con el primer fiat que el pueblo de Israel realiza, y que definirá en concreto esta Alianza que Dios les tiene preparado. Este pueblo al responder ‘Nosotros haremos todo lo que el Señor ha dicho’, nos recuerda a las palabras que en el anuncio del ángel pronunció la virgen María: ‘Fiat mihi secundum Verbum tuum’ (Lc 1, 38). El mismo Serra ve en esta actitud del pueblo, como se vislumbra la actitud de María frente a las palabras del ángel, “la anunciación… página tan conocida del evangelio de Lucas (cf. Lc 1, 26-38) guarda ciertas analogías con la ratificación de la primitiva alianza del Sinaí (cf. Ex 19, 3-8). Lo mismo que para la alianza del Sinaí hubo un mediador que hablaba en nombre de Dios, así para el anuncio de María está el ángel (Gabriel), enviado por Dios (cf. Lc 1, 26). en calidad de portavoz de su Señor, Gabriel revela a María cuál es el proyecto que Dios tiene sobre ella: ‘Has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo…’ (vv. 30-33)”[2]. 
Se ve entonces, con más claridad como esta analogía se presenta de dos maneras: la primera respecto al fiat del pueblo con el fiat de María, y la segunda es Moisés entre el pueblo y Dios, y el ángel como mediador entre Dios y María. Desde ese momento “María será como una nueva arca de la alianza: llevará en su seno al Hijo de Dios”[3].
María en la Anunciación será entonces, como el lugar donde morará el Señor, así como el Arca de la Alianza, que acompañó al pueblo durante toda su travesía en el Antiguo Testamento. María en su seno concebirá a Jesús, y gracias a su fiat valiente y confiado, con esto “ella se hace madre de Dios, del Cristo histórico, en el fiat de la anunciación, cuando el Espíritu Santo la cubre con su sombra. es la madre de la iglesia porque es madre de Cristo, cabeza del cuerpo místico. Además, es nuestra madre”[4].
En este mismo contexto, el ángel comenzará a presentar a María el Plan de Dios para con toda la humanidad, pero al parecer ella al principio no comprende, pero sus reacciones humanas nos afirman que ella a pesar de todo supo confiar plenamente en Dios dueño de la Vida y Señor de la Historia. Sus palabras son de acogida a este mensaje divino. A la vez “el fiat de María está condicionado por la preocupación de la virginidad. La afirmación tranquilizante: ‘Concebirás y darás a luz a un Hijo’, hace desaparecer la sombra de la turbación y disuelve todas las reservas. Ante la palabra María se muestra absolutamente abierta y disponible y, lo mismo que está totalmente al servicio del Señor, así también está por completo al servicio de su palabra. La fe de María ante la palabra de Dios hace actuables las cosas que se han dicho y ya en su visita a Isabel oirá cómo la proclaman ‘bienaventurada’”[5]. Y será bienaventurada justamente por lo que significa el fiat pronunciado por sus labios. Con su fiat ella afirmará todo lo que debieron afirmar valientemente y con fidelidad todos estos hombres y mujeres que Dios había llamado para comunicar su mensaje, su plan de salvación. Con su fiat ella entrará a formar parte activa de este misterio de redención que Dios nos tiene preparado, misterio de Amor de la que María se hace partícipe. “María entrega todo su ser, en la virginidad, a la realización del deseo divino (Lc 1, 38)”[6].
Con su fiat “pronunciado en nombre de toda la humanidad, se establece una relación inviolable entre Dios y la humanidad…”[7], una relación de entrega y amor, un don para la humanidad que nos viene por María, ella será la primera creyente capaz de decir sí a la voluntad de Dios. Un sí que la hace vibrar de alegría después, como lo vemos en el canto del Magnificat (cf. Lc 1, 46-55). Este sí le permite entrar a formar parte de aquellos que como Moisés descubrieron que Dios está detrás de la historia de todos los hombres y mujeres. Ella será desde ese momento la nueva imagen de un pueblo creyente que espera la liberación, una liberación que comienza con un sí a la vida, un sí que nos muestra un nuevo vivir en el Señor; un sí al proyecto de vida que Dios tiene para cada uno. Por eso que el teólogo Von Baltasar nos afirmará que “María es un elemento esencial de la historia de la salvación”[8].
Con lo anterior, el fiat de María queda firmado en la economía de la salvación, y vemos como la “Voluntad de Dios (Espíritu Santo) y voluntad de María (fiat) se han unido para siempre… Por primera vez en los inmensos siglos de la historia han unido sus deseos Dios y los humanos: Dios quiere como Padre que su Hijo nazca en la historia de los hombres; para eso necesita y busca la colaboración libre de María. María quiere que su más honda fecundidad de mujer, persona y madre, esté al servicio de la manifestación salvadora de Dios”[9]. Es toda una pedagogía divina, donde descubrimos el valor grande de la libertad humana frente a la voluntad divina, el valor de la fe frente a la duda que encontramos en diversos momentos de la historia, ante esto, bien conocemos esta expresión -‘donde haya duda ponga yo fe’-, que se atribuye a San Francisco de Asís. También descubrimos el valor de la esperanza frente a las euforias y retrocesos del pueblo de la antigua alianza.
Desde esa mirada vemos como Lucas en su evangelio “ha situado a María, como (la) mujer que dice la Palabra, realizando el más fuerte misterio, en nombre propio y en nombre de todos los varones y mujeres de la tierra: ¡hágase, hagamos!”[10]. Su palabra es también nuestra palabra, la Iglesia desde el Nuevo Testamento la hace suya con el propósito de encontrar en ella el deseo profundo de intentar como María decir SÍ al Plan de Dios, porque nadie como ella conoce las consecuencias de este SÍ, nadie como ella ha sabido afrontar el sufrimiento y dolor desde su corazón hasta su vida misma, ser la madre de aquel que dio su vida para salvarnos. Este SÍ nos ofrece un campo amplio de ver las cosas con ojos de fe, ver los acontecimientos de la vida, como los enfrentamientos ocurridos en el Medio Oriente [últimamente lo que acontece en Siria] o la intransigencia de algunos “países que creen tener poder” frente a la injusticia que imparten a países con necesidades primarias no atendidas. “Los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial”, así lo afirma el Papa Francisco en Laudato si (LS 56). Incluso, lo que está ocurriendo en nuestros países de Latinoamérica cuando damos una mirada a la manera de como gobiernan unos pocos, a costa de grandes mayorías, y podemos seguir poniendo más ejemplos; mirar los acontecimientos de la vida con esperanza y empezar a caminar en este mundo con María, siempre al encuentro de nuestro prójimo, como son el migrante, el niño trabajador, la mujer, el indefenso, el enfermo con VIH, y otros; como lo hizo María una vez recibido el anuncio del ángel, al ir al encuentro de Isabel.
Para concluir, me quedo con un pensamiento que resume esta primera parte de la reflexión: “María es el único ser humano que pudo tener noticia personal de lo que se cuenta en Lc 1, 26 – 38”[11]. Ella es la primera testigo de este Plan de Salvación que tiene en la Anunciación uno de los misterios más grandes de nuestra fe, la Encarnación del Hijo de Dios, pero que no abordaremos aquí por ser motivo de una amplia investigación.
La actitud que llevó a María a decir SÍ al Plan de Dios
La imagen de María es la imagen de una mujer joven que supo afrontar con decisión el peso de su palabra: “fiat mihi secundum verbum tuum” (Lc 1, 38). Esto exigió de ella dos actitudes esenciales como persona y como mujer creyente: Una actitud de fe y una actitud de esperanza. Sin pretender dejar de lado otras actitudes que también son importantes como la acogida, la humildad, la sencillez, la alegría, la contemplación, la valentía, etc. que nos pueden decir que todo esto tiene un valor inmenso en la Iglesia, e incluso en la sociedad misma, pues tanto la fe como la esperanza la han reivindicado una profunda afirmación en la vida y en la visión del tipo de creyentes que queremos y esperamos.
María se convierte en el paradigma de persona creyente que actuando en libertad frente a una responsabilidad inmediata ante Dios y ante la humanidad, ser Madre del Hijo de Dios, supo dejarnos una muestra de lo que la fe y la esperanza pueden hacer en la Iglesia y en la sociedad.
Una actitud de fe:
“¿Cómo procede María ante esta revelación inaudita? Su actitud es la reacción típica del pueblo que es hija. efectivamente, Israel es una comunidad de fe a la que Dios había educado en la atención a su palabra; atención que se transforma en diálogo sabio e inteligente…”[12] María es parte de esta comunidad creyente, forma con todos y todas, el pueblo al cual Dios libera con su Palabra; y fue María , al igual que el pueblo de Israel, capaz de decir SÍ a la voluntad de Dios, con una fe desinteresada, abierta y acogedora al Plan de Dios; una fe que se fortalece con el diálogo entre Dios y ella a través del ángel, un diálogo que da sentido a su vida y a su fe. De allí que “las palabras con que María da su asentimiento al anuncio del ángel dicen la consciente aceptación de su función de mujer creyente, ante el desafío de una realidad y de un conjunto de acontecimientos que están más allá de la medida que la inteligencia, el equilibrio y el sentido común pueden de alguna manera penetrar e incluso controlar…”[13] María en medio del pueblo también creyente supo leer las palabras del ángel que en el fondo le pedían una fe plena en Dios, fe llena de esperanza; así ella engendrará al Hijo por la fe a la acción del Espíritu que viene a habitar en su seno para llenarla de Dios encarnado.
Esto no supone la duda ni vacilación, María supo confiar enteramente en las palabras del ángel, y con ello su respuesta llena de fe y entrega al Plan de Dios, nos dice hoy más que nunca que sí es posible poner nuestras vidas en las manos de Dios, porque “no quiere Dios el vacío de María, no busca su silencio, ni se impone en ella como cuerpo. Dios la quiere en persona: desea su colaboración; por eso le habla y espera su respuesta… María ha respondido a Dios en gesto de confianza sin fisuras; ha confiado en él, le ha dado su palabra de mujer, persona y madre”[14]. De allí que podemos con ella comprender que Dios nos invita a ser parte del misterio desde la contemplación y la acción en nuestro actuar diario.
La persona misma de María nos enseña que Dios escoge, a pesar de nuestras limitaciones, a responderle con libertad, con alegría, con una mirada al futuro y al hoy, una mirada que nos permite leer los signos de los tiempos en medio de las vicisitudes de nuestros días. “La respuesta de María está llena de confianza y humildad. A pesar de su fe, no hay duda de que era consciente de que el cumplimiento de la promesa podría tener como consecuencia sospechas, la vergüenza, reproches e incluso una sentencia de muerte. Pero ella no permitió que la idea de esos temores la disuadiera de someterse humildemente a la voluntad de Dios. Por ello María es una inspiración para todos los cristianos como símbolo de fe”[15]. Y no sólo inspiración, sino también prototipo de mujer creyente y fiel a la Palabra de Dios.
Con lo dicho en el apartado anterior, la respuesta de María es la más generosa y representativa de todas las respuestas en la historia de la salvación, es en esa donde “advertimos el eco indudable de las fórmulas que todo el pueblo de Israel solía pronunciar cuando prestaba su propio consentimiento a la alianza: ‘Nosotros haremos todo lo que el Señor ha dicho’ (Ex 19, 8; 24, 3. 7); ‘Serviremos al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos’ (Jos 24, 24); ‘Haremos lo que nos dices” (Esd 10, 2; Neh 5, 12; 1Mac 13, 9). En el diálogo de María con el ángel vuelve a vivirse el dinamismo de las interpelaciones entre la asamblea de Israel y sus mediadores, cuando se trataba de vincularse al pacto. En la intención del evangelista, esto significa que la fe de Israel madura en los labios de María”[16]. Es con esta actitud de fe, que ella se convierte en el paradigma de toda actitud creyente y de toda actitud de fe que acoja y sirva al Plan de Dios que se realiza cada día en la historia de la humanidad.
María es así la madre de todos los que creemos en este misterio salvífico, e incluso, es madre de todos los creyentes que apuestan por un mundo nuevo donde Dios que es Misericordia sigue siendo al lado de los hombres y mujeres protagonista de esta historia de salvación. “María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido” (LS 241).
Una actitud de esperanza:
María es la mujer de Nazaret, la campesina joven, la desposada con un artesano llamado José, la inmigrante en tierras lejanas, perseguida por ser fiel a lo que Dios le pedía, la pobre del Señor, la judía creyente en el Dios de la Alianza; fiel a su religión supo orar y entrar en intimidad con Dios desde su hogar, lejos del Templo y de la ciudad capital. Como mujer provinciana supo afrontar las diferencias sociales de tu tiempo, y en medio de su pueblo supo atender las necesidades más urgentes, como son el trabajo, la casa, la familia, el barrio. Ella nos enseña a esperar en la desesperanza, por eso con ella “sólo espera de verdad en este mundo aquel que acoge lo que Dios alumbra en sus entrañas. Sólo espera hasta el final quien asiente y se compromete, de una forma activa, diciendo ¡fiat! ¡hágase!, es decir, ¡hagamos, genoito! (haz en mí, con mi consentimiento) aquello que has dicho. Sólo de esta forma, en colaboración activa puede entenderse y cumplirse la palabra de esperanza… esperar no es asegurar ni imponer, no es pronosticar ni exigir sino saber escuchar y actuar en forma responsable, personal, dialogante”[17].
Su actitud de esperanza nos enseña a mirar con otros ojos lo que una mujer puede hacer hoy en nuestras tierras, en la Iglesia, en la sociedad, en el mundo. Una mirada de fe y esperanza es lo que se necesita para seguir verdaderamente al Señor, y seguirlo desde nuestra situación, sin quejas ni miramientos, son disconformidades ni egoísmos. Sólo ella supo encontrar en medio de su preocupación de mujer el cómo responder a la voluntad de Dios que la llamaba a ser Madre de su Hijo. Su espera tuvo el fruto suficiente para que de allí nazca una nueva vida, que brota de su seno y que nos anima a luchar contra toda desesperanza en nuestros días. Sólo en Jesús presente y cercano, podemos ver también a María presente y cercana, nunca ausente, sino mas bien junto al pueblo de Dios que sigue intentando como ayer decir con fe y esperanza: ‘Nosotros haremos todo lo que el Señor ha dicho’ (Ex 19, 8; 24, 3. 7).
Ambas actitudes de María, la fe y esperanza reflejan hoy todo un sentir de la Iglesia [en especial con la presencia del Papa Francisco en medio de nosotros], de ver el concilio Vaticano II al referirse que María “conserva virginalmente la fe íntegra, la esperanza firme y el amor sincero”[18]. María se convierte así en la figura de una Iglesia que quiere hallar en estas actitudes una nueva manera de vivir la vida cristiana, con una mirada atenta a la fe y la esperanza del pueblo de Dios, que lucha y quiere perseverar en la fidelidad y que a la vez nos enseña a enfrentar la desesperación y la duda que quieren apartarnos del camino del Señor. Tanto ayer como hoy María sigue siendo la perfecta imagen de este pueblo creyente de Dios: “Así como lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano” (LS 214).

¿Qué podemos aprender hoy de estas actitudes?
Ser discípulos como María:
Es una realidad y un hecho que todo lo que llevó a María a contribuir con el Plan de Dios se transforma en la manera más singular de seguimiento y respuesta a la voluntad divina, y al llamado que Dios hace todos los días, a ser cooperadores de este Plan que se sigue llevando a cabo todos los días, un plan de acción y de amor que se ve realizado en la humanidad a través de la Iglesia que está llamada a responder a los cambios que el mundo vive y se enfrenta; “María encarna en primera persona la definición del discípulo del Señor”[19]. Y la encarna de la manera más ejemplar y eficaz, por su respuesta decidida y arriesgada, una respuesta a una llamada que Dios le hace libremente sin previo aviso, porque Dios llama a quien quiere, en cualquier momento, a cualquier hora y a cualquier edad.
La llamada sigue vigente hoy en América Latina y en todo el mundo, a muchos hombres y mujeres que como María están en la espera del Señor, que vendrá, pero a la vez invita hoy a actuar frente a las vicisitudes de la vida, incluso todavía, Dios nos invita a actuar en medio de la zozobra y de la discordia que el mundo ofrece con rostros encantadores pero llenos de mentira y falsedad. María nos enseña a leer la palabra del Señor en el acontecer diario del pueblo de Dios y en concreto de los pobres y desamparados con nuevos rostros frente a nosotros. María nos enseña a ser discípulos de Cristo en el hermano y hermana, en el pobre, en la ciudad como el campo, nos enseña a responder a la vocación a la que estamos llamados, pero con una respuesta libre, con fe y esperanza, sin miedo ni vacilación. María nos enseña a ser verdaderos discípulos y discípulas de su Hijo, porque como dijo Jesús: ‘Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’ (Mc 3, 35). “Ella no solo guarda en su corazón toda la vida de Jesús, que ‘conservaba’ cuidadosamente (cf. Lc 2,19.51), sino que también comprende ahora el sentido de todas las cosas. Por eso podemos pedirle que nos ayude a mirar este mundo con ojos más sabios” (LS 241).
Seguir a Jesús es hoy todo un desafío pero a la vez todo un recorrido tipo aventura, como María que supo recorrer tras los pasos de su Hijo y llegar incluso hasta la Cruz, porque el discipulado fiel es hasta la Cruz. María nos enseña a luchar contra todo tipo de individualismo e incluso falso seguimiento. María nos enseña la radical manera de seguir a su Hijo, sin mirar atrás, con convicción de fe, con radicalismo en medio de los conflictos, y también, con esperanza en medio de lo vacío que puede ser dejarse arrastrar por el mundo que eclipsa de Dios e incluso lo quiere relativizar.
Si seguir a Jesús, hombre radical por el Reino de Dios, es incluso negarse a nuestros propios planes, entonces, tenemos a María, mujer radical que supo decir fiat a Dios en medio de actitudes éticas y religiosas de su tiempo. Decir fiat a Jesús como lo hizo María a Dios, es la manera más ejemplar de ser discípulos del Hijo de Dios. “El ‘sí’ de María a Dios (es) su respuesta vocacional”[20].
Actuar en libertad plena:
Con el uso correcto de su inteligencia y su voluntad, supo María con madurez responder al Plan de Dios: “fiat mihi”, describe esta aceptación libre y plena. Es una madurez integral de su ser y su persona ante Dios y ante la sociedad no es ante la ley ni las normas, es ante la Palabra que la invita a aceptar libremente la voluntad de Dios. Ella asume con su vida las consecuencias de su respuesta, no desea incluso involucrar a otros, podríamos pensar en base a los textos bíblicos, que por eso le fue dura la confrontación posible que pudo tener con su prometido José, al querer comunicarle este Plan de Dios que ella misma había aceptado.
Es probable que se haya enfrentado a una posible respuesta muy humana de parte de José, pero Dios tiene sus caminos y sus propósitos, y supo comunicar a José su voluntad divina, ‘no temas tomar contigo a María tu mujer…’ (cf. Mt 1, 20), y a pesar de esta crisis Dios lo mantuvo fiel con María a que se cumpla el designio salvador por medio de ellos. “Junto con ella, en la familia santa de Nazaret, se destaca la figura de san José. Él cuidó y defendió a María y a Jesús con su trabajo y su presencia generosa, y los liberó de la violencia de los injustos llevándolos a Egipto […] de su figura emerge también una gran ternura, que no es propia de los débiles sino de los verdaderamente fuertes, atentos a la realidad para amar y servir humildemente” (LS 242).
De allí que las palabras de María ‘fiat mihi secundum verbum tuum’, “es el testimonio más preciso y más profundo de realización en libertad que hallamos en toda la Escritura (prescindiendo ahora de Jesús)… María se pone totalmente en las manos de Dios (como sierva) porque se descubre en Dios perfectamente libre; así realiza su obra más perfecta, es creadora de sí misma… María mantiene la mirada, y manteniéndola, en un gesto de amor y transparencia, responde ante el misterio de Dios diciendo en plena libertad: ‘he aquí la sierva del Señor (cf. Lc 1, 38)”[21]. Nos queda a nosotros y nosotras aprender de esta respuesta y comenzar la aplicación en nuestras vidas.
Poner nuestra fe y esperanza en Dios:
Esta última parte como que encierra todo lo que anteriormente se ha visto, comenzando por situar el hecho en sí dentro de la economía de la salvación. Luego pasando por las actitudes esenciales de María frente a este Plan divino y ahora, en unas pocas palabras, lo que podemos aprender de estas actitudes.
Una reflexión como esta, que intenta desde la teología considerar las virtudes teologales de fe y esperanza en el plano del amor, visto todo esto dentro de la economía de la salvación, aspira con humildad a encontrar en la persona de María, mujer, madre y amiga, el prototipo de creyente y seguidora fiel de Jesús de Nazaret, el resucitado que se presentó a los doce y los envió a anunciar la noticia del Reino a todos y todas. Ella con su fiat nos habilitará en medio de este misterio a poder responder como ella a la voluntad divina; una voluntad humana y divina se encuentran para poder discernir cómo actuar y responder a la Palabra viva y eficaz, Jesucristo el Señor.
En América Latina, vivimos ese espacio abierto de manifestar la fe y devoción a la Madre de Dios, una devoción que se caracteriza por crecer en el corazón de las personas y de los pueblos, ese cariño y aprecio a María Madre de América Latina, en sus variadas expresiones: Nuestra Señora de Guadalupe, la Virgen del Carmen, la Virgen de Copacabana, la Virgen de Chapi, la Virgen de la Caridad del Cobre, la Virgen del Socavón, la Virgen de Caacupé, la Inmaculada Concepción, la Asunta, etc. y cuantas más advocaciones por la cual la fe y esperanza del pueblo de Dios deposita en María. Una religiosidad popular que cree y manifiesta su amor, su fe y su esperanza en aquella que supo decir fiat. Hemos de mantener como lo hizo María “desde el comienzo una actitud de servicio, obediencia y disponibilidad al Misterio de su Hijo”[22]
María con su fiat, nos educará en la fe y en la esperanza a saber actuar frente a los ‘elegidos por Dios’, como hizo el pueblo ante Moisés y ante Aarón y otros, cuando necesitaban lo elemental para vivir, y no lo que se pueda. Si esto es así, Dios nos seguirá educando pero ya no en medio del sufrimiento ni la desolación, sino en medio de la fe y de la esperanza, porque si lo supo hacer con María, creemos que lo sigue haciendo con otros y otras, y lo seguirá haciendo poco a poco con todos y todas, para experimentar así las mismas palabras de María que brotaron desde su interior, desde su realidad: “HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA”.



BIBLIOGRAFÍA

 Biblia de Jerusalén.

 Documentos del Magisterio de la Iglesia:

 CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la Iglesia. Lumen Gentium.

CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOMERICANO, Documento de Puebla.

PAPA FRANCISCO, Carta Encíclica Laudato si’.

Textos de Consulta:

AA.VV., Comentario Bíblico Internacional, Comentario católico y ecuménico para el siglo XXI, Verbo Divino, Navarra, 2000.

AA.VV., Diccionario enciclopédico de la Biblia, Herder, Barcelona, 1993.

AA.VV., María en el Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1982.

AA.VV., Nuevo Diccionario de Mariología, San Pablo, 2º ed., Madrid, 1993.

AA.VV., Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, Edic. Paulinas, Madrid, 1990.

García Paredes, José C. R., Mariología, BAC, Madrid, 1995.

Monforte, Josemaría, Esposa del Espíritu Santo, EUNSA, Pamplona, 1998.

Pikaza, Xavier, Amiga de Dios. Mensaje mariano del Nuevo Testamento, San Pablo, Madrid, 1996.





[1] A. Sierra, María, en Nuevo Diccionario de teología Bíblica, Edic. Paulinas, Madrid, 1990, p. 1121-1122.
[2] Ibid.
[3] I. de la Potterie, María, en Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, op. cit., p. 1139.
[4] Puebla, 287.
[5] S. Rosso, Adviento, en Nuevo Diccionario de Mariología, Edic. Paulinas, Madrid, 1988, p. 45-46.
[6] AA. VV., Diccionario enciclopédico de la Biblia, Herder, Barcelona, 1993, p. 970.
[7] A. Amato, Espíritu Santo, en Nuevo Diccionario de Mariología, op. cit., p. 708.
[8] Ibid.
[9] X. Pikaza, Amiga de Dios. Mensaje mariano del Nuevo Testamento, San Pablo, Madrid, 1996, p. 16.
[10] Ibid., p. 191.
[11] AA.VV., María en el Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1982, p. 111.
[12] A. Serra, María, en Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, op. cit., p. 1122.
[13] S. Cipriano, Creyente, en Nuevo Diccionario de Mariología, op. cit., p. 514.
[14] X. Pikaza, Amiga de Dios, op. cit., p. 17.
[15] AA.VV., Comentario Bíblico Internacional. Comentario Católico y ecuménico para el siglo XXI, Verbo Divino, Navarra, 2000, p. 1249.
[16] A. Serra, María, en Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, op. cit., p. 1123.
[17] X. Pikaza, Amiga de Dios, op. cit., p. 191.
[18] Lumen Gentium, 64.
[19] A. Amato, Jesucristo, en Nuevo Diccionario de Mariología, op. cit., p. 964.
[20] J. Monforte, Esposa del Espíritu Santo, EUNSA, Pamplona, 1998, p. 66.
[21] X. Pikaza, Libertad, en Nuevo Diccionario de Mariología, op. cit., p. 1064-1065.
[22] J. C. R. García P., Mariología, BAC, Madrid, 1995, p. 90.

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