NO SOLO EN EL ECUADOR TAMBIÉN EN EL PERÚ
En el río Napo peruano desde Pantoja hasta Sumak Allpa hay aprox. 400 familias que viven en islas. Y sólo tienen el río Napo para abastecerse de agua... ¿podrán tomarlo?
El vital río Napo está prohibido para los pobladores de las riberas
(En la orilla del río Napo, en Puerto Quinche. Los niños de la escuela ya no se bañan en el río como solían hacerlo, porque el agua está contaminada con el petróleo).
Andrea Medina. Desde Orellana Sábado 08/06/2013
Petróleo. Es una palabra desconocida. No lo conocen y no saben qué es. Nunca escucharon acerca del líquido negro hasta esta semana que les dijeron que no podían bañarse ni beber el agua del correntoso río Napo.
Un silencio prolongado deja escapar Merla Oracoto cuando se le pregunta cómo le ha afectado el derrame de petróleo. No sabe qué responder.
Ella vive en la comunidad kichwa Puerto Quinche, en el cantón Aguarico (Orellana). Por esa zona fluye el río Napo, que fue contaminado por el derrame de 11 400 barriles del SOTE, ocurrido el 31 de mayo en la parroquia El Reventador (Sucumbíos).
En Puerto Quinche, en la ribera derecha del Napo, viven 30 familias. El afluente es su única fuente de abastecimiento de agua, pero hoy no pueden utilizarlo.
La comunidad se encuentra a 50 minutos en un viaje en helicóptero y a 10 horas en transporte fluvial, desde Coca hasta la base del Batallón Militar 57 Montecristi, en el cantón Aguarico. Desde ahí se toma otra canoa por 20 minutos más para llegar a Puerto Quinche.
La mañana del jueves último, sus habitantes recibieron provisiones, sobre todo botellones de agua. Les entregaron los militares.
En un censo desarrollado por el Batallón 57 Montecristi por esa zona del Tiputini (donde está Puerto Quinche), en la cabecera norte del Parque Nacional Yasuní, encontraron que en las riberas del Napo existen 460 familias que utilizan y consumen el agua del río para sus actividades diarias. El torrentoso río es vital para ellos.
"Sí tenemos agua ahorita", dice entre dientes Merla, quien carga un bebé en sus brazos y no se mueve de la puerta de su casa.
Pero su vecino, Milton Tuñinoa, de 50 años, comenta que todos, en especial los niños, acuden al río Napo para bañarse.
Mientras conversa, un grupo de 20 infantes de la escuela que lleva el mismo nombre de la comuna juega fútbol en una cancha de cemento. La escuela, la cancha y algunas viviendas construidas con madera están cerca la una de la otra. Todas las viviendas están a unos 10 metros del río Napo.
La vida de los habitantes de Puerto Quinche se desarrolla en sus orillas. El calor se siente en la comuna y provoca tomar agua del río de color café.
Milton cuenta que su familia de cinco hijos también va al río para lavar los utensilios y la ropa, y bañarse. "Aquí también nos llegan los deslaves cuando erupciona el volcán (Reventador). Ahí viene el agua turbia y aparecen los pescados muertos".
Recuerda que les sucedió en 1996. "No podíamos meternos al agua, porque salíamos como con cemento encima. Ahora es lo mismo (un problema), pero con petróleo". Sin embargo, no lo ha tocado ni lo ha visto pasar dejando sus manchas negras; solo sabe lo que le han dicho.
La contaminación en el Napo, cerca de esta comunidad, ya no es visible. El agua conserva su habitual tonalidad café.
Las plantas y arbustos que sobresalen en las riberas no parecen contaminadas, pero la gente de la comuna procura no tocarlas, porque les dijeron que no lo hicieran para no enfermarse.
Tuñinoa interrumpe su relato y corre a soltar una soga que sujetaba una lancha de las Fuerzas Armadas. Está a punto de emprender otro viaje, pues los militares llegaron a hacer una revisión de supuestos daños.
Mientras la embarcación, en donde caben 15 personas, regresa al río, Milton se pierde entre la vegetación.
En la canoa se transportan ocho militares que reparten agua a las comunidades. El coronel Xavier Cepeda, quien dirige las visitas y viaja en la canoa, da su recomendación. "Como medida de precaución no se debe tomar ni bañarse con el agua del río". Cepeda está a cargo del trabajo que los 250 hombres de esta división hacen para colaborar durante esta emergencia.
Hasta el jueves, según Cepeda, 162 familias que están en las riberas del Napo ya fueron abastecidas con las primeras provisiones. "Pero esto (la emergencia) podría durar hasta dos meses". Además, está consciente de que no es fácil llegar rápido a todas las familias, porque cada una vive, por lo menos, a dos horas de distancia en lancha.
Tras 15 minutos en lancha se observa a un hombre con una olla cerca de sus pies. Es Pacífico Tapuy, quien espera en la orilla del río, en la comuna kichwa de San Carlos.
Aguardaba la llegada de la lancha con más agua para aprovisionarse. Con la olla lleva el agua hasta unos tanques de su casa.
En San Carlos, los habitantes conocieron al petróleo. Tapuy recuerda que el fin de semana vieron unas manchas negras que bajaban con el río, pero lejos de su casa. "Mi hija nos llamó (al celular) y nos dijo que no debíamos coger el agua, que está prohibido. Usamos lo que nos vinieron a dejar y lo que cogemos con un tanque de la lluvia".
La esposa de Pacífico, Idalia Guatatoca, espera que el agua les dure ocho días y de ahí les tocará esperar por más. "Para cocinar usamos lo que nos dejan, nada más".
La provisión es para el consumo de sus siete hijos, un perro y algunas gallinas. "Para sembrar la yuca cogemos el agua del río, pero antes la dejamos reposar una hora y luego la usamos".
De regreso al Coca, en Orellana, la contaminación también afectó a las viviendas cercanas a las orillas del río Coca. En la comunidad de San José de Guayusa, tres niñas de ocho años se acercan al camino empedrado que conduce al río.
Ellas ofrecen pumarosas (frutos silvestres con sabor a pétalos de rosas) a los vehículos que pasan por la vía. Al preguntarles si cuentan con agua, afirman que sí con la cabeza y señalan un tanque negro de una vivienda. Tienen agua que fue recogida de la lluvia que cayó durante la mañana de ayer.
Una de las menores dice que usaban el agua del río hasta la semana pasada. "A veces nos bañamos ahí, pero nuestros papás no nos dejan ahorita".
100 metros más lejos, en la orilla del río, se escuchan las voces de personal y técnicos de Petroecuador. Trabajan en la limpieza del oro negro que se derramó sobre el agua y la vegetación.
La contingencia
El Batallón 57 de Montecristi se dividió en tres grupos para colaborar con la entrega de agua y víveres a las poblaciones que habitan en el cantón Aguarico y Nuevo Rocafuerte, en Orellana.
Personal militar también ha impartido charlas de prevención a la población. Se ha dispuesto no pescar en los ríos y aprovechar el agua de la lluvia y las quebradas.
Petroecuador y Petroamazonas colaboran con la dotación del combustible para la movilización de los tanqueros en Aguarico y a diferentes parroquias cercanas a las riberas del Napo.
Joaquín Asans, director de Obras Públicas del cantón Aguarico, indicó que ya se ha hecho un pedido mediante oficio al COE de Orellana, de 1 000 canecas vacías de 25 litros de agua.
Estos envases, según los militares que ayudan con la distribución de agua, facilitan el transporte de líquido a las poblaciones más lejanas. Existen familias que habitan a más de 200 metros adentro desde las orillas del Napo.
El médico militar de este destacamento, Héctor Valencia, aseguró que se han abastecido de kits de medicamentos para atender posibles enfermedades que puedan presentarse, producto de la contaminación de las aguas.
Un silencio prolongado deja escapar Merla Oracoto cuando se le pregunta cómo le ha afectado el derrame de petróleo. No sabe qué responder.
Ella vive en la comunidad kichwa Puerto Quinche, en el cantón Aguarico (Orellana). Por esa zona fluye el río Napo, que fue contaminado por el derrame de 11 400 barriles del SOTE, ocurrido el 31 de mayo en la parroquia El Reventador (Sucumbíos).
En Puerto Quinche, en la ribera derecha del Napo, viven 30 familias. El afluente es su única fuente de abastecimiento de agua, pero hoy no pueden utilizarlo.
La comunidad se encuentra a 50 minutos en un viaje en helicóptero y a 10 horas en transporte fluvial, desde Coca hasta la base del Batallón Militar 57 Montecristi, en el cantón Aguarico. Desde ahí se toma otra canoa por 20 minutos más para llegar a Puerto Quinche.
La mañana del jueves último, sus habitantes recibieron provisiones, sobre todo botellones de agua. Les entregaron los militares.
En un censo desarrollado por el Batallón 57 Montecristi por esa zona del Tiputini (donde está Puerto Quinche), en la cabecera norte del Parque Nacional Yasuní, encontraron que en las riberas del Napo existen 460 familias que utilizan y consumen el agua del río para sus actividades diarias. El torrentoso río es vital para ellos.
"Sí tenemos agua ahorita", dice entre dientes Merla, quien carga un bebé en sus brazos y no se mueve de la puerta de su casa.
Pero su vecino, Milton Tuñinoa, de 50 años, comenta que todos, en especial los niños, acuden al río Napo para bañarse.
Mientras conversa, un grupo de 20 infantes de la escuela que lleva el mismo nombre de la comuna juega fútbol en una cancha de cemento. La escuela, la cancha y algunas viviendas construidas con madera están cerca la una de la otra. Todas las viviendas están a unos 10 metros del río Napo.
La vida de los habitantes de Puerto Quinche se desarrolla en sus orillas. El calor se siente en la comuna y provoca tomar agua del río de color café.
Milton cuenta que su familia de cinco hijos también va al río para lavar los utensilios y la ropa, y bañarse. "Aquí también nos llegan los deslaves cuando erupciona el volcán (Reventador). Ahí viene el agua turbia y aparecen los pescados muertos".
Recuerda que les sucedió en 1996. "No podíamos meternos al agua, porque salíamos como con cemento encima. Ahora es lo mismo (un problema), pero con petróleo". Sin embargo, no lo ha tocado ni lo ha visto pasar dejando sus manchas negras; solo sabe lo que le han dicho.
La contaminación en el Napo, cerca de esta comunidad, ya no es visible. El agua conserva su habitual tonalidad café.
Las plantas y arbustos que sobresalen en las riberas no parecen contaminadas, pero la gente de la comuna procura no tocarlas, porque les dijeron que no lo hicieran para no enfermarse.
Tuñinoa interrumpe su relato y corre a soltar una soga que sujetaba una lancha de las Fuerzas Armadas. Está a punto de emprender otro viaje, pues los militares llegaron a hacer una revisión de supuestos daños.
Mientras la embarcación, en donde caben 15 personas, regresa al río, Milton se pierde entre la vegetación.
En la canoa se transportan ocho militares que reparten agua a las comunidades. El coronel Xavier Cepeda, quien dirige las visitas y viaja en la canoa, da su recomendación. "Como medida de precaución no se debe tomar ni bañarse con el agua del río". Cepeda está a cargo del trabajo que los 250 hombres de esta división hacen para colaborar durante esta emergencia.
Hasta el jueves, según Cepeda, 162 familias que están en las riberas del Napo ya fueron abastecidas con las primeras provisiones. "Pero esto (la emergencia) podría durar hasta dos meses". Además, está consciente de que no es fácil llegar rápido a todas las familias, porque cada una vive, por lo menos, a dos horas de distancia en lancha.
Tras 15 minutos en lancha se observa a un hombre con una olla cerca de sus pies. Es Pacífico Tapuy, quien espera en la orilla del río, en la comuna kichwa de San Carlos.
Aguardaba la llegada de la lancha con más agua para aprovisionarse. Con la olla lleva el agua hasta unos tanques de su casa.
En San Carlos, los habitantes conocieron al petróleo. Tapuy recuerda que el fin de semana vieron unas manchas negras que bajaban con el río, pero lejos de su casa. "Mi hija nos llamó (al celular) y nos dijo que no debíamos coger el agua, que está prohibido. Usamos lo que nos vinieron a dejar y lo que cogemos con un tanque de la lluvia".
La esposa de Pacífico, Idalia Guatatoca, espera que el agua les dure ocho días y de ahí les tocará esperar por más. "Para cocinar usamos lo que nos dejan, nada más".
La provisión es para el consumo de sus siete hijos, un perro y algunas gallinas. "Para sembrar la yuca cogemos el agua del río, pero antes la dejamos reposar una hora y luego la usamos".
De regreso al Coca, en Orellana, la contaminación también afectó a las viviendas cercanas a las orillas del río Coca. En la comunidad de San José de Guayusa, tres niñas de ocho años se acercan al camino empedrado que conduce al río.
Ellas ofrecen pumarosas (frutos silvestres con sabor a pétalos de rosas) a los vehículos que pasan por la vía. Al preguntarles si cuentan con agua, afirman que sí con la cabeza y señalan un tanque negro de una vivienda. Tienen agua que fue recogida de la lluvia que cayó durante la mañana de ayer.
Una de las menores dice que usaban el agua del río hasta la semana pasada. "A veces nos bañamos ahí, pero nuestros papás no nos dejan ahorita".
100 metros más lejos, en la orilla del río, se escuchan las voces de personal y técnicos de Petroecuador. Trabajan en la limpieza del oro negro que se derramó sobre el agua y la vegetación.
La contingencia
El Batallón 57 de Montecristi se dividió en tres grupos para colaborar con la entrega de agua y víveres a las poblaciones que habitan en el cantón Aguarico y Nuevo Rocafuerte, en Orellana.
Personal militar también ha impartido charlas de prevención a la población. Se ha dispuesto no pescar en los ríos y aprovechar el agua de la lluvia y las quebradas.
Petroecuador y Petroamazonas colaboran con la dotación del combustible para la movilización de los tanqueros en Aguarico y a diferentes parroquias cercanas a las riberas del Napo.
Joaquín Asans, director de Obras Públicas del cantón Aguarico, indicó que ya se ha hecho un pedido mediante oficio al COE de Orellana, de 1 000 canecas vacías de 25 litros de agua.
Estos envases, según los militares que ayudan con la distribución de agua, facilitan el transporte de líquido a las poblaciones más lejanas. Existen familias que habitan a más de 200 metros adentro desde las orillas del Napo.
El médico militar de este destacamento, Héctor Valencia, aseguró que se han abastecido de kits de medicamentos para atender posibles enfermedades que puedan presentarse, producto de la contaminación de las aguas.
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