martes, 5 de febrero de 2013

La Contraloría peruana no atiende las fronteras... por eso los alcaldes hacen lo que quieren

Perú: ¡Inútil Contraloría!
Por Jorge Pérez Rubio*
3 de febrero, 2013.- En el último mes del 2012, un grupo de ciudadanos provenientes de la frontera Perú – Colombia llegaron a la ciudad de Iquitos para denunciar ante Contraloría General de la República los indicios de una mala administración de los fondos públicos que implicaría gravemente la gestión del alcalde de la Municipalidad Distrital del Putumayo. Ubicaron la Sede de Contraloría en la primera cuadra de la Calle Napo, explicaron brevemente al agente de seguridad el tema que han de tratar directamente con el jefe del organismo público, mientras escribía los datos de la comitiva en un cuadernillo para presentarlo en la siguiente oficina solicitó que dejaran bajo su custodia los documentos de identidad, llaves, celulares y otros objetos que según la percepción común y los prejuicios urbanos podrían usarse como instrumentos lesivos contra los probos y valientes funcionarios que luchan contra la mafia de la corrupción que tanto daño hace al país. El agente ingresó a la oficina contigua y el otro más joven oteaba cada movimiento de los ciudadanos que esperaban ansiosos el momento de la entrevista para demostrar la dictadura del delito y la injusticia.
– No pondrán entrar todos, solo entrarán tres personas – dijo el agente que salió con un buen gesto de obediencia –, elijan ya a las personas que deben entrar.
El responsable del grupo de activistas conformado por cinco personas dijo que todos tienen un gran interés de entrevistarse con el Jefe de Contraloría, por que todos tienen algo importante que decir sobre la problemática social que incumbe al gobierno municipal del Putumayo. El agente, con ojos justicieros, llevó el mensaje.
– Pueden ingresar todos – sentenció el agente.
Los ciudadanos ingresaron sin ningún remilgo y con aires adversos a los protocolos de recepción que lo llamaron “pérdida de tiempo”.  Intercambiaron saludos con una mujer de edad media, con cabello negro pintado, sentado en una silla giratoria, con las manos sobre una mesa de madera, con gestos de rectitud y uso eficiente de tiempo. Invitó a todos a sentarse y se presentó como la persona encargada de recibir las denuncias formales de los ciudadanos sobre la administración pública.
– Señora, nosotros venimos desde la lejana frontera Perú – Colombia con el objetivo de pedir directamente al jefe de esta oficina su decisión de disponer un equipo de profesionales que en virtud de sus funciones imparciales ayude al pueblo a conocer cómo se ha usado o invertido el millonario presupuesto que el gobierno central ha transferido a la Municipalidad Distrital del Putumayo – Explicó con voz firme el vocero principal –, nosotros estamos seguros que hay un mal manejo del presupuesto que la misma realidad demuestra, pues, no hay agua, no hay luz, los puentes están caídos, las calles desbordados de malezas, no hay proyectos generadores de empleo.
– El jefe de esta sede de Contraloría no atiende al público – dijo la señora con un lenguaje ceñido a los parapetos de la vieja empleocracia –, por eso las funciones están delegadas. Nosotros atendemos denuncias con pruebas razonables que deben ser consignadas en un formulario debidamente llenado. Haré entrega de unos cuantos formularios para que se llenado y firmado por cualquiera de ustedes, luego, deberá ser tramitado por mesa de partes, y todo, de acuerdo a ley.
– Cómo obtener pruebas razonables de los malos manejos económicos en la Municipalidad del Putumayo si toda la información técnica y económica está cerrado y solamente acceden a ellos funcionarios de confianza – preguntó impaciente un ciudadano y prosiguió dando luces sobre una dañina sociedad hermética –, no hay rendición de cuentas adecuadas sino engañosa y falsa, no responden a ninguna solicitud de información vía ley de transparencia. Por ejemplo, los insumos lácteos del Programa Vaso de Leche son usados para fiestas releccionistas y cuyas latas son hundidas con piedras en el río Putumayo, las pocas obras ejecutadas pueden estar muy sobrevaloradas, la empresa constructora de las obras licitadas pertenece indirectamente al alcalde y los documentos demuestran que no, el presupuesto aprobado para la adquisición mensual de combustible para el alumbrado público no debería haberse sido ejecutado si el generador ha estado malogrado por más de tres meses y no hubo luz en la comunidad. Ante la exigencia del pueblo para explicar el gasto del millonario presupuesto de esta municipalidad, dijo el alcalde, que está siendo ahorrado para que cuando sea suficiente se hará grande obras, que nunca se hicieron.
– Entonces, ¿Cuándo interviene Contraloría? – preguntó exacerbado otro ciudadano.
– Cuando hay pruebas, señor. Además, el Putumayo no está dentro del plan de intervención en este año – concretó la señora.
Los ciudadanos amargados y desanimados salieron raudos de la oficina de Contraloría Sede Iquitos. La confianza de encontrar ayuda real y desprendida, del Estado, ante un evidente desgobierno económico en la comuna del Putumayo, ha trastocado hondamente la noción del “estado de derecho”, vigilancia ciudadana y la institucionalidad democrática del país. Muchas veces el alcalde dijo que Humala es su amigo y que tiene sin cuidado cualquier denuncia, entonces, el alcalde aprovecha esta dudosa inacción para imponer en la administración pública el superlativo de negocio propio. Mientras el grito de socorro del pueblo del Putumayo no es retratado en ningún cuadro, ni acogida  en las ondas de ninguna estación de radio, y se asocia a la consonancia lúgubre que el pasado arroja en escarmiento.

*Jorge Pérez Rubio es indígena del pueblo Huitoto y ex dirigente regional de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP).
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Fuente: Enviado por el propio autor: http://irapay.blogspot.com

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