Una rápida mirada por nuestra Amazonía y la presencia de industrias
extractivas
Por Roberto Carrasco, OMI
1.
EL
PLANETA HERIDO: Se constata que, en la mayoría de los países de América
Latina y El Caribe, hay una expansión acelerada de las industrias extractivas,
formales e informales, cuyas actividades tienen, muchas veces, impactos
negativos en la vida de las poblaciones aledañas. Como dice el documento de
Aparecida: “...hay una explotación irracional que va dejando una estela de
dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región” (DA 43).
2.
La Iglesia no puede ser indiferente
a las preocupaciones, las angustias y la tristeza de las personas, sobre todo
de los pobres y afligidos (GS 1).
3.
Junto con el crecimiento de las industrias
extractivas a nivel mundial, notamos una relocalización de los flujos de inversión,
motivada por la recuperación de los precios de los minerales. Hay nuevos
actores en escena como Brasil, India y China que contribuyen al incremento de
la demanda. Ello incide significativamente en el incremento de los precios de
los metales. Existe, pues, una demanda cada vez mayor de materias primas tanto por
parte de los países emergentes como de los países industrializados.
Algunos de éstos últimos, incluso, han desarrollado estrategias de mediano y
largo plazo para garantizar su abastecimiento, llegando a declarar dicho
abastecimiento como un interés de seguridad nacional.
4.
Existen varios testimonios sobre conflictos
entre poblaciones afectadas por las actividades extractivas, el Estado y
las empresas privadas en diferentes países de América Latina, testimonios que
son reflejos de una grave problemática social y ambiental (en Loreto son más de
40 años de presencia petrolera en la región).
5.
En ciertos casos se constata un comportamiento
irresponsable de las empresas transnacionales porque en el desarrollo
de sus actividades no se rigen por los estándares sociales y ambientales
reconocidos internacionalmente, mientras que muchos Estados nacionales
permanecen indiferentes o pasivos frente a estas prácticas indebidas.
6.
Se ha
comprobado que el desarrollo de actividades industriales para la
exploración y explotación minera y de hidrocarburos genera una liberación,
dispersión y deposición de productos químicos y residuos de diversa naturaleza,
tales como cianuro de sodio, plomo, arsénico, uranio, mercurio y otros metales
pesados. Ellos contaminan directamente o por infiltración, los recursos
hídricos (glaciares, lagos, ríos y el agua en el subsuelo), el aire y el suelo.
En algunos casos la contaminación perdura por miles de años, provocando graves
enfermedades y mutaciones genéticas. Este hecho, sumado a la destrucción de
suelos (lixiviación) y de paisajes – que para algunas comunidades
indígenas son considerados sagrados- , perjudica
sensiblemente la calidad de vida tanto de las personas como de animales y
plantas. Se constata la aparición y el incremento de enfermedades entre
los pobladores del lugar y de las comunidades aledañas afectadas por la
actividad minera informal y en ciertos casos por la actividad formal. En la
mayoría de los casos los trabajadores y pobladores quedan abandonados a su
suerte.
7.
Generalmente las industrias extractivas que no
manejan correctamente el recurso hídrico, afectan el derecho humano al agua
como bien público, la producción de alimentos y la agricultura. Eso
provoca migración, convirtiéndose comunidades enteras en “refugiados
ambientales”, víctimas de una economía informal y en ciertos casos por la
actividad formal de índole neoliberal basada fuertemente en el extractivismo y
la venta de materia prima en el mercado mundial. Ello trae como consecuencia la
ruptura de los invalorables proyectos de vida de las comunidades.
8.
Se observa a la vez una creciente concentración
de derechos de la propiedad y del uso concesionario de tierras en las manos de
empresas transnacionales que, en muchos casos, también ejercen un
fuerte control social sobre amplios territorios.
9.
Las empresas extractivas y, sobre todo la
minería, son actividades que requieren mucha tecnología y emplean poca mano de
obra. Es cierto que se generan puestos de trabajo, pero éstos son por tiempos
limitados y, en muchos casos, en situaciones de sub-contratas laborales o
“services” que lesionan los derechos de los trabajadores y trabajadoras. En el
caso de la minería informal se observa un aumento de la mortalidad por
accidentes de trabajo. Es justo reconocer que ha decrecido considerablemente el
número de obreros que mueren a causa de accidentes de trabajo por
incumplimiento de las normas de seguridad en el caso de la minería formal.
10.
LOS
ESTADOS: Las actividades extractivas mayormente son realizadas por
empresas privadas transnacionales y, frente al poder económico de éstas, se
observa un debilitamiento de los estados nacionales y de su soberanía sobre todo
en los niveles de gobierno local. Muchas veces los gobiernos nacionales
no cumplen satisfactoriamente su función de generar y exigir el cumplimiento de
las normas nacionales de protección del ambiente, permitiendo la
flexibilización de los marcos regulatorios y usando los vacíos legales a favor
de las empresas, en lugar de defender y proteger los derechos de la población
que es la responsabilidad fundamental de todo Estado.
11.
Observamos un incremento de la corrupción y un
debilitamiento de la gobernabilidad así como del sistema de justicia.
Muchas veces se comprueba una falta de transparencia acerca de los contenidos
de los documentos que regulan las relaciones entre el Estado y las Empresa
extractivas, entre otros: contratos de concesión; estudios de impacto
socio-ambiental; informes de monitoreo ambiental del ejercicio de
emprendimiento. En muchos países de América Latina y de El Caribe el acceso
libre a los registros actualizados de las concesiones mineras no está
garantizado.
12.
Muchos de los conflictos socio ambientales se
dan porque: “En las decisiones sobre las riquezas de la biodiversidad y de la
naturaleza, las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas”
(Documento de Aparecida, 84). Y cuando se generan conflictos no se han
establecido mecanismos de diálogo, por lo que a menudo se tiende a criminalizar
la protesta social.
13.
En muchas ocasiones las Fuerzas de Seguridad de los
Estados, o privadas, atropellan los derechos de las poblaciones. A
veces grupos guerrilleros armados o paramilitares están involucrados en la
explotación de los bienes naturales, y, en otros casos, impiden con violencia
las actividades extractivas.
14.
De parte del Estado a menudo no se
practica la consulta previa a los pueblos indígenas, posibles de ser afectados,
la cual debe ser ejecutada a través del Estado sin delegación a los sectores
privados, tal como lo exige el Convenio 169 de la OIT en su Art.6.2, y la
Declaración de los derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas en
su Art.19. En particular frecuentemente los Estados son ineficientes en
ejecutar las funciones públicas de revisión de los Estudios de Impacto
Ambiental (EIA), la aprobación de las Certificaciones ambientales así como el
monitoreo del desempeño ambiental de los emprendimientos. Ello genera contextos
que son propicios para la corrupción y las relaciones impropias entre
funcionarios públicos y el sector privado. Se debe garantizar asimismo un
mínimo de libertad, información y buena fe con miras a alcanzar el
consentimiento libre e informado de los pueblos implicados.
15.
De la misma manera corresponde profundizar en
los demás aspectos la observancia del mencionado Convenio 169 de la OIT, así
como los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas. Asimismo se
destaca la falta de mecanismos efectivos para conminar y sancionar a las
corporaciones multinacionales cuando incurren en violaciones de garantías
reconocidas a nivel nacional e internacional.
16.
LA
IGLESIA: Estamos en un escenario de incremento de los conflictos
socio-ambientales en el Continente. Nos preocupa la situación de muchos agentes
pastorales y líderes sociales, de defensores y defensoras de los Derechos
Humanos así como a las personas que trabajan para la protección del medio
ambiente y la conservación de los recursos naturales que vienen siendo
amenazados, perseguidos. Pero Jesús los fortalece al afirmar:
“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como
hijos de Dios. Bienaventurados los que son perseguidos por causa del bien,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.”(Mt 5,9–10). Nuestros pueblos
anhelan un desarrollo que sea humano, integral, solidario y sostenible (cfr. DA
474c).
17.
Por otro lado destaca el acompañamiento e involucramiento
de la Iglesia en los procesos formativos y en la toma de conciencia de las
comunidades. Su presencia activa, al lado de la población ha sido
decisiva para facilitar el diálogo y evitar la violencia, así como para invocar
la solidaridad de la sociedad civil a escala internacional y las experiencias
de alianzas, como por ejemplo, entre sindicatos de las empresas, cooperativas y
otras organizaciones con las comunidades afectadas. Es clave conocer,
documentar y sistematizar estas experiencias y sacar lecciones para lograr
interactuar eficazmente con las empresas
extractivas y los poderes públicos.
Textos
escogidos del INFORME FINAL DEL
SEMINARIO INTERNACIONAL
Industrias extractivas (minería e
hidrocarburos), la problemática de los recursos naturales no renovables en
América Latina y la Misión de la Iglesia, Lima, 14-16 de junio de 2011
organizado por el
Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano
(CELAM)
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